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Exposición de Enrique Asensi en el Museu de Montserrat

Exposició d'Enrique Asensi al Museu de Montserrat

La Sala Daura del Museo de Montserrat (MDM) acoge, del 20 de abril al 7 de octubre, la muestra Espejos de piedra, de Enrique Asensi. Estará formada por 25 obras, algunas de ellas inéditas, entre esculturas de pequeño y gran formato -con una mezcla de piedra y hierro- y pinturas hechas a la cera. La exposición, comisariada por Aina Mercader, pretende ser una aproximación a la abstracción geométrica de este artista de origen valenciano que, en 1977, se instaló en Alemania y que actualmente vive entre Colonia y Les Gunyoles (Avinyonet del Penedès). Esta muestra, con algunas piezas inéditas, presentará una selección de su producción puertas adentro, amparada por las imponentes vigas y jácenas de Josep Puig i Cadafalch que sostienen el Museo de Montserrat. “Es Asensi en estado puro”, asegura Aina Mercader. Su propuesta rebasa el espacio, el de la misma sala de exposiciones Pere Daura del MDM: “sugiere un estado emocional que trasciende el presente y se proyecta, enigmáticamente, hacia el futuro. Y es que una parte importante de su escultura permanece al azar de las inclemencias meteorológicas: se oxida y se erosiona, entregándose completamente al inexorable paso de las estaciones. No en vano, el creador, que llena su vocabulario con palabras germánicas, se refiere a la idea de zeitlos ('sin tiempo'), para abrazar la intemporalidad”, afirma Mercader.

Asensi suele trabajar con hierro corten, un material de tonalidades marrones. Pero, en la cantera, escoge la pieza atendiendo a las diferentes pigmentaciones. El resultado es una escultura cada vez más depurada, en la que el artista prescinde de todo lo superfluo y se centra en formas sencillas y nítidas, para llegar a lo esencial. “Se sumerge en los materiales, los conoce y los sabe tratar, cortar, quemar y pulir, buscando el equilibrio y la armonía entre los minerales y los metales. Es un proceso lento y costoso. Algunas losas pueden convertirse -con mayor o menor intervención del cincel- en lo que él mismo llama “esculturas murales”. A menudo combinadas con acero, y apoyadas sobre la pared, se convierten en sugerentes esculturas pictóricas; obras que descansan firmemente sobre el suelo, como si siempre hubieran estado ahí. Al público le llegan fácilmente asociaciones de puertas o portales que le invitan a adentrarse en territorios desconocidos”, explica Aina Mercader.

Con cera caliente sobre madera, el escultor pinta cuadros que -trabajados con fuego, cincel, hacha y cuchillos- se acercan a la escultura. Obras que conservan su autonomía pero que, a veces, resultan ser apuntes en rojo -o blanco- sobre negro para posibles monumentos. Condicionado por la espontaneidad de la materia, busca de manera rápida esbozar, entre líneas, figuras concretas. Las esculturas pequeñas, realizadas preferiblemente con alabastro y hierro y presentadas en grupo sobre tablas a medida, también operan como primeros esquemas o croquis. Otras veces se trata sólo de cuatro garabatos en un pedazo de papel. En estas hojas, el artista imagina siluetas que huyen de geometrías preestablecidas, e indica medidas y pesos, pensando en la imagen a hacer, aquella que quiere que el espectador retenga, donde se mire como si fueran espejos de piedra, y a partir de la cual se desborden planteamientos existencialistas, más allá del aquí y el ahora.

“Todo arte verdadero aborda algo que es elocuente, pero que no acabamos de entender. Elocuente porque se refiere a algo fundamental. ¿Cómo lo sabemos? No lo sabemos. Sencillamente lo reconocemos.” Es una cita de John Berger, sacada de su libro Sobre el dibujo, después de visitar por primera vez Can Maginet, donde se despliega el impresionante Parque de Esculturas de Enrique Asensi. Entre los viñedos y rodeando la casa-taller del artista brotan monumentales volúmenes de piedra y hierro. Son piezas contundentes, erigidas a modo de tótems, que recuerdan construcciones colosales, como menhires o zigurats. “En algunos casos, las grietas en la piedra o el hierro, pequeñas aberturas a modo de aspilleras, transforman las esculturas en puertas y ventanas que encuadran o destacan determinadas porciones del paisaje, alineándose con el horizonte, con un camino, o dejando pasar un rayo de luz. Las más herméticas pueden llegar a mimetizarse con el entorno, o actúan casi como espejo reverberador, forzando sombras y juegos de ocultación”, recuerda la comisaria de la muestra.

 

Enrique Asensi (Valencia, 1950) se formó en la Academia de Bellas Artes de San Carlos en Valencia. En 1977 se trasladó a Alemania, donde descubrió la escultura abstracta. Es en este país donde desarrolla la mayor parte de su trayectoria. Su obra ocupa espacios públicos en diferentes ciudades y pueblos de toda Europa. Además, ha expuesto de manera individual y colectiva en galerías y centros de arte de Alemania y de España. Vive entre Colonia y Les Gunyoles (Avinyonet del Penedès).